Papiro funerario y mitológico

Papiro funerario y mitológico

  • Nombre: Papiro funerario y mitológico de Nespakachouty (Figura 34)
  • Tipo de objeto: Papiro. Material: Papiro y pintura
  • Medidas: 19.3 x 90 cm.
  • Datación: Tercer Período Intermedio, Dinastía XXI. (Asignación por sus características) Circa 1069 – 945 a. C.
  • Procedencia geográfica y arqueológica: Alto Egipto, Tebas occidental, Deir-el Medina.
  • Ubicación actual: Museo del Louvre, París. N. de catálogo /inventario: E 17401 f 02

Comprado por el estado francés a Jaquelin Mallet en 1950, el papiro contiene una pequeña inscripción en jeroglífico que identifica al propietario, un escriba contable de granos del dominio de Amón llamado Nespakachouty. Por sus características en la decoración pertenece a la Dinastía XXI, durante el inicio del Tercer Período Intermedio. Es un papiro funerario, pero en una escena que corresponde con la adoración a Ra, la viñeta muestra la creación (Musée du Louvre, s.f.b).

Arqueada la diosa Nut, extiende sus pies y sus brazos convirtiéndose en el cielo. Abajo, el dios Geb, representando la tierra, se estira y, con sus pies y manos, toca a la diosa. En medio está el dios creador Ra en su barca, que tiene por timonel a la cobra con la corona del Alto Egipto. En la barca está la diosa Maat.

Una de las cosmogonías egipcias, la de la ciudad de Heliópolis, nos presenta a Atum – Ra como el creador. En el Papiro Bremmer Rhind (Museo Británico EA 10188), el dios creador realiza varios monólogos en los que cuenta cómo la creación vino a la existencia (líneas 26,1 -29,6) (Faulkner R. O., 1933, págs. VII-VIII).

Todo surgió de sí mismo; sopló a Shu, el aliento vital y la atmósfera, y escupió a Tefnut-Maat, lo cálido, húmedo y ordenado. Éstos crearon a Geb, la tierra, y Nut, el cielo, y estos a su vez crearon a Osiris, Seth, Isis y Neftis. Atum-Ra creó a todos los seres vivos, incluidos los seres humanos que surgen de sus propias lágrimas (Vázquez Hoys, 2004).

Para el pensamiento egipcio toda la creación es sagrada. Nunca un pueblo fue más consciente de la deuda con las fuerzas naturales y sus dioses. Sin esas fuerzas, Egipto no sólo no habría venido a la existencia, sino que tampoco podría seguir existiendo. El sol, la tierra, el firmamento estrellado, el Nilo y la inundación, entre otras, son realidades y fuerzas que están ahí; son coetáneas del egipcio. De esta forma, la naturaleza y, por lo tanto, el espacio, queda consagrado por la presencia y el acto de las fuerzas divinas; una hierosgamia entre el cielo y la tierra (Schwarz, 1996, pág. 15).

Los múltiples dioses se justifican bajo la percepción y experiencia de un universo vivo, repleto de fuerzas y potencias que se pueden denominar “sobrehumanas” como la vida, la fertilidad, el cielo, la tierra, la generación, el Nilo, la muerte. A pesar de los ciclos y enfrentamiento de estas fuerzas, no se pone en duda la unidad última, la participación íntima con el creador (Frankfort, 1998, pág. 88). Con los nueve dioses de Heliópolis, la creación es perfecta (Martín Valentín, 2002, pág. 22).

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