Para muchas civilizaciones antiguas, la muerte no es el final de la vida sino el cierre de un ciclo en la tierra y una puerta a un misterioso Más Allá. Con ella, se iniciaban los rituales funerarios y ceremonias para preparar al difunto en su viaje al mundo de los muertos, una geografía mítica plagada de peligros y pruebas que finaliza con cierto tipo de gloria o Inmortalidad. Para poder transitar ese viaje, se tenía que proveer al difunto de un ajuar funerario adecuado. Adéntrate con nosotros en el mundo egipcio, olmeca y zapoteca de la muerte. Tres visiones diferentes del más allá, emparentadas por una misma búsqueda: la victoria sobre la muerte.

Egipto era un regalo del Nilo. Cada año el río se desbordaba dejando en sus orillas el limo fértil que hacía que sus campos revivieran. Asimismo, el sol, después de morir en occidente, la tierra de los muertos, renace cada día en un nuevo amanecer. El ciclo anual del Nilo y el ciclo diario del Sol,  se convirtieron en el símbolo de la vida, la muerte y el renacimiento.

En mesoamérica, el ciclo del maíz significaba la muerte y resurrección de Centéotl, el grano que se hunde en la Tierra para poder resurgir como planta.  Así Xipe Tótec “el desollado” simboliza el renacimiento de la naturaleza, el nuevo traje que la tierra se pone cuando empieza a brotar la planta del maíz.

En Egipto el ritual funerario era una preparación para ir a la región de Occidente, el inframundo, o Duat. Allí, el alma es juzgada en el peso del corazón alcanzando el estado de imakhu o “venerable”, un ser que podrá acompañar al séquito de Ra y vivir eternamente el paraíso de los Campos de Iaru.

Los egipcios embalsamaban el cadáver; recitaban fórmulas mágicas; realizaban rituales con la momia; hacían procesiones fúnebres y al final después de depositar el sargófago en la tumba, celebraban un banquete funeral en homenaje al fallecido. Posteriormente los sacerdotes funerarios cuidaban la tumba y el descanso eterno del difunto.

En Mesoamérica son los dioses los que escogen a su gente y llevan a los muertos a su reino. Por eso hay diversos destinos a dónde puede ir el difunto. Los que fallecían tocados por un rayo o ahogados van al Tlalocan, el paraíso del dios de la Lluvia. Los que caen en guerra y las mujeres muertas en el parto acompañan al dios del Sol. Los niños de pecho que no llegan a vivir regresan donde está el gran árbol de leche bajo el cuidado de Tezcatlipoca.

El Mictlán o “Lugar de los muertos” es el sitio donde van todos aquellos que fallecían de muerte natural; para llegar ahí se tiene que hacer un largo y difícil viaje por nueve regiones.

EGIPCIOS– El ritual funerario comenzaba con la momificación del difunto que duraba 70 días. Después, una procesión fúnebre formada por porteadores de ofrendas, músicos, plañideras, sacerdotes y familiares, acompañaban el trineo con el sarcófago. EN la puerta de la tumba se realizaba un ritual llamado “la apertura de la boca”, con el fin de que el fallecido despertara de nuevo los sentidos en el más allá y pudiera hablar y alimentarse por toda la eternidad. 

ZAPOTECAS–Entre los zapotecas el ritual funerario se realizaba casi de inmediato cuando la persona fallecía. En este ritual la familia le pedía a un sacerdote que ofrendara a un guajolote al dios del inframundo para ayudar al difunto en su tránsito hacia el más allá; después el cuerpo era colocado en la fosa junto a los objetos con el que iba a ser enterrado y al final se sellaba la tumba.

EGIPCIOS: los egipcios preservaban el cuerpo del difunto a partir de la momificación; para ello primero limpiaban el cuerpo con perfumes y bálsamos, para después extraerles los órganos vitales que eran puestos en recipientes especiales (vasos cánopos), El cuerpo se secaba con una sal llamada natrón por cuarenta días para después vendarlo con largas tiras de lino. 

ZAPOTECAS: para los zapotecas lo más importante era la preservación de los huesos del difunto, para ello cuando una persona moría era limpiada y vestida con sus mejores ropas, en algunos casos se envolvían en petates y se metían a la tumba donde se esparcía sobre ellos cinabrio un mineral rojo que ayudaba a que los huesos se preservaran. Para la veneración de aquellos de más alto rango, los huesos, ya descarnados, se limpiaban y labraban con los acontecimientos más relevantes del difunto.

EGIPTO: El inicio del mundo manifestado empezó cuando surgió la primera colina de las aguas primordiales (Nun). Sus enterramientos trataron de emular esta colina, donde había surgido la vida. Así aparecieron las primeras tumbas (mastabas) y pirámides. La pirámide se convirtió también en símbolo de una escalera hacia el cielo, para que el espíritu del rey pudiese ascender hasta las estrellas del Norte, las que nunca se ocultan. En el Reino Nuevo las tumbas de los faraones, nobles y reinas se construyeron en las faldas de la gran montaña de Occidente, símbolo de la puerta al más allá.

ZAPOTECAS - Las tumbas servían para regresar a la tierra a sus difuntos. Por ello son espacios subterráneos y cercanos a las áreas que habitaban. También se han hallado enterramientos en cuevas que para ellos eran la puerta al inframundo. 

EGIPCIOS: Los objetos que se han encontrado en sus tumbas configuran el ajuar funerario y consta de objetos de uso cotidiano perteneciente a la persona en vida: peines, carros, sandalias, maquillajes, recipientes, cofres, muebles, juegos, instrumentos musicales, joyas y ropas.  Todo ello para ser disfrutado en el más allá. 

Junto al sarcófago se colocaban también otros objetos sagrados y ceremoniales: Ushabtis, amuletos y dioses protectores, ofrendas, papiros con oraciones, cofres con los restos de los materiales del embalsamamiento y los Vasos cánopos que contenían las vísceras momificadas. 

ZAPOTECAS-Entre los zapotecas también se encontraban dos tipos de objetos: los primeros relacionados al consumo de alimentos y, por otro lado,  los de carácter ceremonial en los cuales se encontraban, vasijas, braseros, sahumadores, figurillas y silbatos.

EGIPCIOS: El inframundo egipcio estaba vinculado especialmente a dos dioses: el primero era Anubis representado con cabeza de chacal, el cual acompañaba al alma del difunto durante su camino, mientras que el segundo era el dios del inframundo Osiris, deidad que era representado momificado, quien enjuiciaba a los difuntos en el más allá.

ZAPOTECAS: Entre los zapotecas el dueño y señor del inframundo era Pitao Pezelao (trece mono) dios de la muerte,  este se le representaba con una calavera y era relacionado con el murciélago y el tecolote; este último era considerado como su mensajero. A su lado se encontraba la diosa Xonaxi Quecuya (Once Muerte), quien también se encargaba de recoger las almas de quienes morían en su presencia. 

EGIPCIOS: Desde su cosmovisión, el alma después de morir era dirigida por Anubis a la zona del más allá donde se encontraba con diversas pruebas y umbrales protegidos por seres peligrosos, los cuales eran alejados a partir de las recitaciones en los rituales mortuorios y las fórmulas que se hallaban escritas en papiros o en los mismos sarcófagos. Después se llegaba a una sala donde el corazón del difunto, símbolo de la intenciones y acciones del difunto,  era pesado en contraposición de la pluma de la diosa Maat, que representaba la justicia y el orden; si este corazón pesaba menos que la pluma, el difunto era llevado ante Osiris donde era bienvenido a vivir en el más allá.

 ZAPOTECAS – Los zapotecas creían que al morir el alma de la persona, ayudada por un perro, debía cruzar el río de la vida; en el camino, se enfrentaba a diversas pruebas hasta llegar la presencia del dios Pitao Pezelao en el lugar llamado Yoo ya bila

EGIPCIOS: En Egipto existía una fiesta nombrada la Bella fiesta del Valle en el cual las barcas sagradas de los dioses de Amon-ra, su esposa Mut visitaban los Templos funerarios de los reyes y la necrópolis tebana. Esa ocasión era aprovechada por los pobladores de Tebas para visitar las tumbas de sus difuntos y realizar banquetes y ceremonias. En todas las necrópolis de Egipto, una vez al año las familias celebraban rituales en las capillas de las tumbas en recuerdo de sus ancestros.

ZAPOTECAS: Entre los zapotecas la fiesta del día de muertos consistía en la creación de altares celebrando y recordando a sus ancestros, estos eran adornados con flores y frutas de temporada, mientras que en la entrada de las casas también se adornaban. Al igual se preparaba comida que era compartida con los vecinos. 

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