Marco histórico y geográfico
Egipto es una estrecha franja fértil que se extiende en las riberas y la desembocadura del Nilo, que corta el desierto del Sáhara, en el extremo Noreste de África (Padró, 1997, pág. 19). Cada año, de forma regular, el Nilo se desbordaba en la época de inundación, de junio a septiembre, y dejaba un limo extremadamente fértil en sus orillas. De esta tierra negra proviene el nombre con el que los egipcios llamaban a su tierra: Kemyt (Daumas F., 2000, pág. 175) o Kemet (Jacq, 1994, pág 188). El curso del río está acompañado de montañas y zonas desérticas de las que se proveyeron de rocas y minerales; los márgenes del río estaban repletos de flora y fauna que permitían tanto la agricultura como el pastoreo. “Egipto es un regalo del Nilo”, con esta sentencia Heródoto (2016, pág.77) no hace más que afirmar una realidad fundamental para la existencia de una de las primeras civilizaciones de la humanidad y también una de las más longevas.
Durante la prehistoria, tanto en el delta como en el valle, se fueron desarrollando poblaciones que crearon diferentes culturas. Estas compartieron recursos, modos de vida, pero también se disputaron territorios y entraron en conflictos, hasta que a principios del III milenio a. C. un rey del Alto Egipto, las tierras del valle, conquistó los territorios del delta, el Bajo Egipto, unificando el país de las Dos Tierras. De esta forma se dio inicio al Período Dinástico y a la historia de Egipto (Padró, 1997, págs. 34-48).
Los más de tres mil años de su historia están divididos en períodos de esplendor –el Reino Antiguo, Reino Medio y Reino Nuevo- junto con otras épocas donde el gobierno no estuvo tan centralizado, – Época Tinita, Períodos Intermedios, Época Tardía, Época greco-latina (Figura 2). Durante ese tiempo la cultura egipcia evolucionó con escasas influencias del exterior y mantuvo casi intacto desde su origen las instituciones más importantes y características de la cultura faraónica: la escritura jeroglífica, el gobierno, la religión, la administración político-social, las escuelas o casas de la vida y el arte (Daumas, 2000, Pág. 417).
Sin embargo, y a pesar de que los egipcios habían dejado gran parte de su cultura, costumbres y rituales escritos sobre papiros, muros, objetos y piedras, tras el cierre de los templos en el S. V d.C. nadie pudo acceder a ese conocimiento. Egipto permaneció mudo, entre la arena del desierto. Sus jeroglíficos se fueron revistiendo de un aura de misterio, y se llegó a pensar que era una lengua mágica y mística (Parkinson, 1999, pág. 15). En 1799, el descubrimiento de la piedra de Rosetta fue crucial para descifrar la escritura. J. F. Champollion sería el protagonista principal de este suceso. Tras años de estudio consiguió descifrar la lengua jeroglífica en 1822. Las piedras y papiros comenzaron a hablar. Había nacido la Egiptología (Padró, 1997, pág. 21).
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