Dioses de Egipto

Dioses de Egipto

Para la mentalidad egipcia, los dioses eran una realidad viva que personificaban aquellas fuerzas y principios fundamentales de la naturaleza que integran el cosmos en su totalidad.

«La religión egipcia vive del hecho de que los dioses existen, y esta seguridad penetra todos los ámbitos de la vida egipcia. Si eliminamos a los dioses del mundo de los egipcios, entonces queda una cáscara oscura, y deshabitada que no vale la pena contemplar. Los dioses pertenecen a la realidad viva de Egipto» (Hornung, 1999, pág. 231)

 

Difícil de encasillar en las tradicionales formas religiosas, la religión egipcia contaba con un número ilimitado de dioses. No tenía un dogma central, ni un libro sagrado y aunque posee un conjunto de doctrinas que pueden parecer contradictorias, coexistieron de forma armónica en una cosmovisión sagrada que permeó toda la vida del egipcio (Frankfort, 1998, pág. 87). El arte, la política, la ciencia, los oficios, el orden social y moral, todo estaba vinculado, de una u otra forma, a la religión.

En su panteón convivieron dioses locales con abstracciones divinizadas, fuerzas de la naturaleza y dioses de estado. Crearon teologías que explicaban el origen del mundo y sus secretos. Cada mito revelaba un aspecto oculto de la creación y cada dios, expresaba un arquetipo o modelo de lo viviente de la misma naturaleza, que enseñaba al hombre a orientar sus pensamientos, sus palabras y sus actos por el río de la eternidad.

Esta especie de panteón politeísta se enmarcaba bajo la intuición de la sacralidad inmanente de la creación y la unidad por encima de todo y de todos los seres. En el culto privado, el dios personal encarnaba las atribuciones de una especie de dios supremo, sin eliminar la existencia y potencia de los demás dioses. Esta forma se conoce como henoteísmo.

Sus dioses fueron representados de manera simbólica con diferentes formas, algunos de apariencia humana, otros zoomorfos o seres híbridos, incluso fantásticos. Los animales representaban algo más que cualidades vinculadas con la naturaleza del dios, son también su alteridad, la encarnación de las fuerzas naturales que se expresan en sus comportamientos revelando el inalterable curso de las cosas, la naturaleza inmutable de la creación (Hornung, 1999, pág. 96).

En ocasiones se podía observar la divinidad en emblemas, coronas y otros elementos cultuales. Los egipcios tenían un signo jeroglífico que representaba la idea de Dios: nTr. Una bandera atada en un mástil, como las que colocaban en los pilonos de sus templos.

Puedes ver la exposición en Palacio de Minería

Calle tacuba 7, centro de la Ciudad de México.

contacto: Whatsapp 55 53207172
mail: victorvilar@centrosophia.com.mx